31 jul 2016

Pérez y el salmorejo









- Mamá, ¿cuánto queda para que se haga de noche?
- Por qué lo preguntas. Aún no hemos comido, así que unas cuantas horas, seis, o así.
Los días son largos, llenos de luz  de sol, y de viento. Es verano...
Ah... ya sé por qué lo dices... el diente y Mr. Pérez.
Vamos a darnos un baño todos.
- Ya tengo unas cuantas ideas, quiero dejarle cosas por la casa, para cuando venga. Alguna nota, algo de comida... Papá dice que va a esconder el monedero, porque la última vez que vino, le quitó ¡diez eurazos!
- ¿Pero qué dices? Qué risa.
- Es verdad que desaparecieron diez euros mamá, fue Pérez.
Fue la noche que vino por este diente, me acuerdo perfectamente. Luego vimos sus huellas por la arena de la playa. Es normal, tiene tantos regalos que comprar...
¡De algún sitio tiene que sacar el dinero! Lo mismo que Papá Noel que tiene unos vasallos que cogen dinero de casas para él...
Mamá, como decías que ibas a hacer salmorejo, pues le voy a poner un pequeñísimo tazón con un poco. Eso le va a volver loco.
- Ja ja ja, sí... No va a poder resistirse a mi salmorejo, se lo comerá, buscará tu diente y te dejará algo, seguro. ¿Sabes como llaman en Alemania al Ratoncito Pérez?
- No. ¿Cómo?
- El hada de los dientes, a que es bonito. También se lleva el dientín y deja una sorpresita. Y en Italia le llaman Topolino, que también me encanta el nombre.
- Qué hará Pérez con tantos dientes que coge...
- No sé exactamente, pero yo he oído que los deja en los tejados de las casas donde viven los niños. Incrustados. Para siempre.
Y también he oído que en otras partes del mundo, con los dientes de leche de todos los niños, fabrican unas perlas preciosas, con un brillo muy especial que atraen la felicidad y la buena fortuna.
- Mamá, ¿ tú tienes perlas?
- No, yo no tengo perlas. Nunca he sido mucho de perlas...
Prefiero otras piedras de la Tierra, aunque reconozco que esos tonos iridiscentes que brillan... me gustan.
Bueno... Vamos a comer.
- A parte del salmorejo, que lo tengo ya con un hielo en la nevera dentro de un waterín, le voy a poner aguacate, papaya, y le dejo un cuchillo, y voy a poner una toalla alrededor para que no le moleste el viento, mira, ya lo tengo todo.
- Vale, déjaselo ahí. Genial. Va a estar encantado.
A lavarse las manos...
- Yo también le voy a poner una alfombra delante de la comida, para que no pase frío. ¡Y antes de las diez hay que estar dormidos!
- Sí, eso por supuesto, si no... pasa de largo y no deja nada.
Recordadme que os cuente de dónde viene esta leyenda del ratoncito.
- Venga, vamos a comer.
- Espera mamá, ven, mira, le he puesto también un contenedor pequeño de basura, por si viene comiendo un chicle para que lo pueda tirar. Ven a mirar aquí mamá.
- Oye, que a mí, Pérez me debe también un regalo eh, me parece que  no me trajo nada la última vez...
- Pues no sé...pero el diente se le ha caído a tu hermano, no a ti...
- Qué morro...
- Seguro que Pérez tiene en cuenta que sois gemelos... tranquilo. Qué estrés con Pérez...


L´homme de la rue


Tecumseh Valley. T. V. Zandt

De vampiros y arrumacos





- Mamá tú dices que los vampiros no se reflejan en los espejos verdad?
- Sí. Si eres vampiro y te miras en el espejo, no te ves.
- A los vampiros hay que clavarles una estaca en el corazón, ¡Y también separarles la cabeza del cuerpo! Si quieres que mueran, claro.
- ¿Eso de la cabeza... te lo dije yo?
- Sí, lo de la cabeza, porque la vida está en el corazón y en la cabeza. Y tampoco les puede dar la luz del día, ni pueden atravesar un río, ni corrientes de agua. Y si no les cortas la cabeza también lo puedes enterrar con la cabeza mirando hacia abajo.
- Madre mía...ter quedas con todo...pues ya sabes mucho de vampiros, más que nadie. Te voy a poner a Nosferatu, el auténtico, para que veas.
- Vale, pon, pon.
- Pero es muda eh, no hablan. Yo te voy diciendo.
- Mamá, pues yo sé de unos vampiros que sí se reflejan, y además no les hacen ningún efecto lo de los ajos, ni nada de todo eso.
- ¿Ah sí? ¿Cuáles?
- Pues los de lego...
- Ja ja ja, ven aquí, te mereces un achuchón, y mordisco en el cuello ese que tienes tan suave.... mira, aquí donde dejan los dos puntitos los vampiros
- Ay ay ay mamá....
- Oye cosina, cuando no quieras que te coja y te de achuchines... pues me lo dices y ya no lo hago.
- A mí me gustan mucho los achuchines de mamá. Dame, dame.
- Te doy y reparto, sí... pero aprovecha porque habrá un momento en el que te hagas mayor y ya no vas a querer estos arrumacos. Seguramente quieras que te los den otras chicas. Así que cuando llegue ese momento pues me lo dices y paro... si puedo.
- Pero mamá, eso será cuando sea muy viejo.



29 jul 2016

La quilla y los pueblos sumergidos




-Yo quiero seguir siendo pequeñín, mamá.
- Tú sí que sabes, qué listín es mi niño...el bebé desapareció...
- Mamá, ¿cuando yo tenía cuatro años ya hablaba?
- Sí, pero no como ahora.
- ¿No tan bien?
- No tan bien, no. Ahora te expresas con mucha claridad, y tienes mucho más vocabulario, desde luego. Me gusta que hables bien.
- Es que si eres pequeñín te llevan en brazos y te dan de comer, te limpian y tienes una sillita especial para la mesa con los piesines colgando... ¿Podemos poner otra vez la sillita?
- ¡Pero si ya no cabes ahí! y van a llegar los pies casi hasta el suelo.
- Anda, por fa mamá.
- Vale. La vamos a poner pero luego la quitamos, que ocupa la mitad de la mesa y ya no es necesario. Y tú, Martín, no quieres tu sillita colgante?
- No. Yo no.
- Yo vuelvo a los cuatro años pero según estoy de cuerpo ahora.
- Vale, ok. Qué trajín...Esto es un no parar.
- Mamá, a mí me gusta la idea de lo de los buitres.
- De los buitres... Ah, lo de las Torres del silencio?
- Sí, eso. Así, después de muerto sigues volando por ahí, por el mundo. Con los buitres.
- Jamás se me hubiera ocurrido algo como eso. Qué bueno. Ay... esa cabecita, cuántas cosas tiene ya... Es buena idea sí.
- Oye mamá, ¿cuándo vamos a volver a ver a la chica de la piragua?
- Pues no lo sé. Ya veremos. Te gustó mucho esa chica, ¿no?
- Bueno, no es por la chica, mamá. Es por la piragua.
- Ja ja ja, me encanta tu sinceridad.
- Sí, estaría estupendo tener un barquito eh... cómo te gustó... y a ti también, que lo sé yo.
- Mira, si le quitas la vela a una tabla de las de wind-surf, te puedes subir y remar, sentado, y también de pie.
- ¿Encima de la tabla sólo?
- Sí, pero tienes que tener la quilla.
- ¿La quilla?
- La quilla sí. La quilla es como la columna vertebral de las personas. Tiene que estar bien puesta. Te guía y hace de contrapeso. Si no ... Te vas... ¡Al agua patos!
Yo remé bastante en una tabla de esas por el pantano de Luna. Era muy gozoso. Y muy distinto del mar. Había una calma infinita entre las montañas de roca, y por la Isla de los conejos, las costas de Mayo, las paredes verticales, la cola, el puente ese que está como medio destruido, ¿sabéis? Mucho silencio.
Y por encima de los pueblos sumergidos cuando se construyó el pantano, a veces por encima de los campanarios y los restos de muros, buceando... los pueblos sumergidos. Me da un poco de tristeza todo eso. Los restos de lugares con nombres tan bonitos como Láncara de Luna, Las Ventas de Mayo, La Canela, Mirantes de Luna... ¿a que son nombres preciosos...?
-Sí... Pero ¿para qué los taparon con agua?
- Ya. Pues para poder regar zonas del sur de León que no tenían agua para sus tierras.
Me haces recordar un guión de Llamazares para una película que se titula El Filandón, bajo el pantano de Vegamián, uno de esos pueblos sumergidos. Era un matrimonio muy mayor, muy viejecitos, que se acostaban en la cama a esperar la muerte. Era como una imagen de sueño, muy onírica. Tengo esa imagen grabada.
Nunca sabes cuáles son las imágenes que te van a acompañar, es curioso. A veces las cosas más tontas...
- Oye mamá, ¿Cuánto es un dos punto y un cero, otro cero y otro cero?
- Dos mil.
- Pues te dan dos mil monedas cada mes ¡PARA TODA LA VIDA!! Lo pone en este bote de café.
- Ja ja ja, sí...estaría bien eso. Seguro que hay muchísima gente que aceptaría un sueldito de dos mil para toda la vida...
Ves, como ya sabéis leer, os podéis enterar de muchas cositas, ya nadie os puede engañar.
- Mamá, si nos toca eso nos podemos comprar una barca, y muchos legos, millones de legos. Y una limusina, que tienen de todo. ¡Hasta alfombras!
-¡¡Mamma mía...!! Y para qué queremos nosotros una limusina.... nah, no lo veo muy buena idea, luego no podemos aparcar en ningún sitio, y además la rayaríamos enseguida, con lo larga que es...
- Pero mamá, ¡que es para toda la vida!
- Vale vale... ya lo envío de tu parte, y si toca pues ya sabes.
- También quiero comprar un kiosko. Aunque me sobrará mucho dinero.
- No creas, dos mil monedas... se van en nada.

La biblioteca pública.


Retrato de tres de cuatro.

26 jul 2016

Las Torres del Silencio







-El año que mejor me lo he pasado de mi vida fue cuando tenía cuatro años.
- ¿Sí? Y...¿Por qué lo dices Martín?
- Por aquella escuela pequeñita en el pueblo. La primera profe, y mi primer amigo, Hugo. Era muy amigo mío. Pero luego se fue y ya nunca más le volví a ver.
- Sí, esto va a pasar mucho cariño, gente que viene y que va, amigos, compañeros, profesores, algunos permanecen mucho tiempo, casi siempre, y a otros no les vuelves a ver nunca, y a otros, después de mucho tiempo... les vuelves a encontrar, como lo que me pasó con mi amigo Mayor, ¿os acordáis? El de la navaja multiusa.
-Ya... Pero tú decías que era como si le hubieras visto siempre.
- Pues sí. Con poca gente pasa eso. Conexión que no se pierde aunque el tiempo pase...
Oye, si quieres  busco el número de los papás de Hugo y quedamos con él.
- No, gracias, ya no. También tenía otro amigo, Manuel, pero luego cuando creció y pasó a la otra clase de mayores empezó a jugar a cosas muy idiotas...y ya nada.
Mamá, hoy ha sido el mejor día de mi vida. Todo lo que ha pasado... y ahora dormir en una tienda de campaña, ¡Jopetas! Me gusta mucho mi vida, mamá. Te quiero mucho.
- Yo también os quiero y desde que estáis aquí, mi vida desde luego es mucho más rica, y aprendo más de mi misma que de ninguna otra manera. Sois mis mejores maestros, desde luego...
Me encanta pasear por lugares fetiche en el monte, ahora con vosotros.
La verdad es que este finde ha estado genial. Tenemos que repetir, pero ahora nos preparamos para cambiar de aires. Nos vamos a ir a la playa. El mar, chicos... muy en breve.Hay que hacer mil cosas...

- Mamá yo en mi siguiente vida quiero ser súper héroe. Es la vida más divertida.
- Pues yo quiero ser un robot. Lo vi en un capítulo. Un robot pero con inteligencia. Humano. El otro día jugamos a eso con la abuela. También en el otro mundo. Y Nicolás y yo nos casábamos con dos chicas.

- En la otra vida, pero.. estamos en esta. Hay que gastar esta antes. Y además, antes de pasar a otra cosa hay que morir.
- Sí, lo de que te entierran o te encenizan, ya lo se... Y luego lanzan las cenizas al mar, o al monte. Pues después de eso... súper héroe, mamá.
- Hay más opciones que enterrar o incinerar... En Bombay estuve alrededor de las Torres de silencio. En lo alto de esas torres, la gente de cierta religión, ponían a los cadáveres para que se los comieran los buitres. Y hasta que no estaban los huesos limpios y blancos del sol, no los quitaban de ahí.
- ¿Los buitres? Pero, por qué ...
- Pues porque los zoroastras pensaban que el cuerpo muerto era impuro para la Tierra y para el Fuego. O eran los jainistas, no recuerdo ahora...
- Y...¿qué hacían con los huesos luego?
- Los echaban a un osario. Cámaras, habitaciones llenas de huesos.
- ¿Y los viste?
- No, los huesos no. No directamente, pero sí las torres.
Todo esto lo hicieron hasta no hace tanto si lo piensas...
 Ahora los buitres son especie protegida en India, por culpa de un medicamento que dan a las vacas. Y casi ya no quedan. Se abandonó esa tradición y los buitres tuvieron que empezar a comer vacas, y enfermaron. Había un equilibrio.
Aunque otros podrían tener una opinión muy encontrada con todo esto. Los motivos religiosos... los principios... la ética... la moralidad... la decencia... el respeto... las herejías y las blasfemias y  el desatino!
- El mundo es muy grande cariños, y muy antiguo, y hay muchas civilizaciones, muchas maneras de vivir, otras relaciones con la vida y con los muertos y con los vivos, y no hay que asustarse, pero sí conocer. Abrir los ojos en todas direcciones, no encasillarse en un pasillito y no salir de él. Hay muchas puertas, y otros pasillitos, y miles de ventanas, y mucha gente, y con unos tendréis relación y con otros no. El mundo es así. Depende de cómo tú vayas por él. Y por el camino, te lo vas inventando un poco, bailando al son.
Vamos, apaga ya la linterna.
- Mamá, ¿ahí arriba... va a dormir esa araña?
- Sí, con nosotros tres. O sea, que somos cuatro. Hasta mañana.